Flora Cantábrica

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1 Santa Catalina Labouré: Nació en Fain-lès-Moutiers, Borgoña, Francia, el 2 de Mayo de 1806. Fue la octava de los diez hijos del granjero Pierre Labouré. Perdió a su madre, Louise Gontard, en el año 1815. Al quedar huérfana de madre, a los 8 años le encomendó a la Santísima Virgen que le sirviera de Madre, y Ella le aceptó su petición. Entró a la vida religiosa con las Hijas de la Caridad, el 22 de Enero de 1830 y después de tres meses de postulantado, el 21 de abril, fue trasladada al noviciado de París, en el número 140 de la Rue du Bac. Días después asistió al traslado de las reliquias de San Vicente (25 de abril de 1830). La Santísima Virgen María se le Apareció el 18 de Julio y el 27 de Noviembre de 1830. Santa Catalina se dedicó a cumplir la misión que le encomendó la Virgen: Acuñar una medalla. Los favores celestiales que acompañarán la difusión de esta Medalla harán que muy pronto se la llame ‘Medalla Milagrosa’. Durante cuarenta y cinco años se dedicó a oficios humildes: cocina, atención a ancianos, portería. Falleció el 31 de Diciembre de 1876, sin haber revelado sus visiones a nadie, salvo su director espiritual. Exhumado su cuerpo, en 1933, fue encontrado en perfecta conservación y se encuentra actualmente en un féretro de cristal, en la Capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en la Rue du Bac, París.

18 de Julio de 1830

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Primera Aparición de la Virgen:

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Narra Santa Catalina:

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Nos habían distribuido a las novicias un pedazo del roquete de lino de San Vicente. Yo corté la mitad y me lo tragué, durmiéndome con el pensamiento de que San Vicente me obtendría la gracia de ver a la Santísima Virgen. En fin, a las once y media de la noche, oí que me llamaban por el nombre: „¡Hermana mía! ¡Hermana mía!‟ Despertando, corro la cortina y veo un niño de cuatro o cinco años, vestido de blanco, que me dice: „Ven a la Capilla; la Santísima Virgen os espera.‟

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Me vestí deprisa y me dirigí hacia el niño, que permanecía de pie. Yo lo seguí, siempre a mi izquierda. Por todos los lugares donde pasábamos, las luces estaban encendidas, lo que me sorprendía mucho. Sin embargo, quedé mucho más asombrada, cuando entré en la Capilla: la puerta se abrió; mas el niño la había tocado con la punta del dedo. Y mi sorpresa fue aún más completa cuando vi todas las velas y candelabros encendidos, lo que me recordaba la Misa de media noche.

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El niño la llevó al presbiterio, junto al sillón destinado al Padre Director, donde solía predicar a las Hijas de la Caridad, y allí se puso de rodillas, y el niño permaneció de pie todo el tiempo al lado derecho.

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La espera le pareció muy larga, ya que con ansia deseaba ver a la Virgen. Miraba ella con cierta inquietud hacia la tribuna derecha, por si las hermanas de vela, que solían detenerse para hacer un acto e adoración, la veían.

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Por fin, llegó la hora. El niño me previno: ‘¡He aquí la Santísima Virgen! ¡Aquí está Ella!’

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Yo oí como un ligero ruido de vestido de seda, que venía del lado del presbiterio, cerca del cuadro de San José, y que posaba sobre los escalones del altar, del lado del Evangelio, en una silla igual a la de Santa Ana.

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Sor Catalina en el fondo de su corazón dudaba si verdaderamente estaba o no en presencia de la Reina de los Cielos, pero el niño le dijo: „Mirad a la Virgen‟. Le era casi imposible describir lo que experimentaba en aquel instante, lo que pasó dentro de ella, y le parecía que no veía a la Santísima Virgen.

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Entonces el niño le habló, no como niño, sino como el hombre más enérgico y con palabras muy fuertes: „¿Por ventura no puede la Reina de los Cielos aparecerse a una pobre criatura mortal en la forma que más Le agrade?‟

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Entonces, mirando a la Virgen, me puse en un instante a su lado, me arrodillé en el presbiterio, con las manos apoyadas en las rodillas de la Santísima Virgen. Fue el momento más dulce de vida —afirma la santa—. Me sería imposible expresar todo lo que sentí.

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Ella me dijo cómo debía portarme con mi director, la manera de comportarme en las penas y acudir (mostrándome con la mano izquierda) a arrojarme al pie del altar y desahogar allí mi corazón, pues allí recibiría todos los consuelos de que tuviera 3

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27 de Noviembre de 1830

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Segunda Aparición de la Virgen

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«Haced, haced acuñar una Medalla con este modelo. Todas las personas que la usen recibirán grandes Gracias, llevándola en el cuello. Las Gracias serán abundantes para las personas que la usen con confianza…»

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