Flora Cantábrica

Matias Mayor

Archivo del 7 marzo, 2018

Frases del dia 6 .3 18

7 marzo, 2018 Autor: admin

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Junto a los ateos 

 

El mundo de hoy conoce una nueva categoría de personas: los ateos en buena fe, aquellos que viven dolorosamente la situación del silencio de Dios, que no creen en Dios, pero no se vanaglorian de ello; experimentan más bien la angustia existencial y la falta de sentido del todo; viven también ellos a su modo, en una noche oscura del espíritu. En su novela “La peste” Albert Camus los llamaba “los santos sin Dios”. Los místicos existen sobre todo para ellos; son ellos los compañeros de viaje y de mesa. Como Jesús, ellos “se han sentado a la mesa de los pecadores y han comido con ellos” (cf. Lc 15, 2). 


Esto explica la pasión con la que ciertos ateos, una vez convertidos, se lanzan a los escritos de los místicos: Claudel, Bernanos, los dos Maritain, L. Bloy, el escritor J.K. Huysmans y tantos otros a los escritos de Angela de Foligno; T.S. Eliot a los de Giuliana de Norwich. Encuentran allí el mismo paisaje que habían dejado, pero esta vez iluminado por el sol. Pocos saben que el autor de “Eperando a Godot”, Samuel Beckett, en sus tiempos libres leía a san Juan de la Cruz. 

 

La palabra “ateo” puede tener un sentido activo y un sentido pasivo. Puede indicar a uno que rechaza a Dios, pero también a uno que – al menos así les parece – es rechazado por Dios. En el primer caso, se trata de un ateismo de culpa (cuando no es de buena fe); en el segundo, de un ateismo de pena, o de expiación. En este último sentido podemos decir que los místicos, en la noche del espíritu, son los a-teos, unos sin Dios y que también Jesús, sobre la cruz, era un a-teo, un sin Dios. 

 

La Madre Teresa tiene palabras que ninguno habría sospechado en ella: “Dicen que la pena eterna que sufren las almas en el infierno es la pérdida de Dios… En mi alma yo experimento precisamente esta terrible pena del daño, de Dios que no me quiere, de Dios que no es Dios, de Dios que en realidad no existe. Jesús, te ruego perdona mis blasfemias”. Pero se da cuenta de la naturaleza diferente – de solidaridad y de expiación – de su a-teismo: “quiero vivir en este mundo tan alejado de Dios y que le ha dado las espaldas a la luz de Jesús, para ayudar a la gente cargando algo de sus sufrimientos”. El revelador más claro que se trata de un ateismo de una naturaleza muy diferente es el sufrimiento indecible que provoca en los místicos. ¡Los ateos comunes no se atormentan de este modo por su ateismo! 

 

Los místicos han llegado a un paso del mundo donde viven los sin Dios; han experimentado el vértigo de tirarse abajo. Escribe la Madre Teresa a su director espiritual: “He estado a punto de decir No… Me siento como si algo uno u otro día se va a partir en mí”. “Reza por mí, que no rechace a Dios en esta hora. No quiero, pero temo poder hacerlo”. 

 

Por esto los místicos son los ideales evangelizadores en el mundo postmoderno, donde se vive “etsi Deus non daretur” como si Dios no existiese. Recuerdan a los ateos honestos que no están “lejos del reino de Dios”; que les bastaría dar un salto para encontrarse en la orilla de los místicos, pasando de la nada al todo.

 

Tenía razón Karl Rahner al decir: “El cristianismo del futuro, o será místico, o no será”. El Padre Pío y la Madre Teresa son la respuesta a este signo de los tiempos. No debemos desperdiciar a los santos, reduciéndolos a distribuidores de gracias, o de buenos ejemplos

 


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