Flora Cantábrica

Matias Mayor

Archivo del abril, 2018

Frases del dia 30,4, 18

30 abril, 2018 Autor: admin

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Madre Teresa de Calcuta

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LA GRAN LLAMADA

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En setiembre de 1946 la Madre Teresa tenía 36 años y debía ir al convento de Darjeeling, enclavado a los pies del Himalaya, a unos 650 kilómetros de Calcuta para hacer sus ejercicios espirituales anuales. Durante su viaje en tren, tuvo un encuentro místico con Cristo. Fue lo que ella llamó la llamada dentro de la llamada. Ella dijo: Fue una llamada dentro de mi vocación. Era una segunda llamada. Era una vocación a abandonar incluso Loreto, donde estaba muy feliz, para ir a las calles a servir a los más pobres de los pobres. Fue en aquel tren donde oí la llamada a dejarlo todo y seguirle a Él en los barrios más miserables. Yo sabía que era su voluntad y que tenía que seguirle. No había duda de que iba a ser su Obra 49 .

 

 Ese día, 10 de setiembre, ella empezó a recibir una serie de locuciones interiores, que continuaron hasta la mitad del año siguiente. Oía la voz de Jesús y conversaba con Él. Él le llamaba con ternura esposa mía, mi pequeñita y ella le decía: Mi Jesús, Jesús mío. Ese día sería recordado como el día del comienzo de la Congregación y como el día de la inspiración.

 

 

Al regresar a Calcuta le refirió a su director espiritual, el jesuita padre Celeste Van Exem, lo que le había sucedido en el tren y durante el retiro. Lo primero que le recomendó el padre Van Exem fue que dejara de pensar en la inspiración. En una carta a su Superiora general le diría más tarde: El padre Van Exem me dio largas, aunque vio que era de Dios, y me prohibió incluso pensar en ello. A menudo, muy a menudo, durante los cuatro meses (setiembre de 1946 a enero de 1947) le pedí que me dejara hablar con su Excelencia (el arzobispo de Calcuta) y siempre se negó 50 .

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 Por fin, en enero de 1947, el padre Van Exem le dio permiso para escribir al arzobispo Monseñor Périer, pidiéndole autorización para comenzar su nueva vida. Con este fin escribió una carta el 13 de enero en la que le decía: Desde el pasado setiembre, extraños pensamientos y deseos han llenado mi corazón. Se hicieron más fuertes y claros durante los ocho días de retiro en Darjeeling.

 

Estos pensamientos fueron causa de mucho sufrimiento, pero la voz continuaba diciendo: ¿Te negarás? Un día, durante la sagrada comunión, oí la misma voz muy claramente: Quiero religiosas indias, víctimas de mi amor, quienes serían María y Marta, quienes estarían tan unidas a Mí como para irradiar mi amor sobre las almas. Quiero religiosas libres, revestidas con mi pobreza de la Cruz. Quiero religiosas obedientes, revestidas con mi obediencia de la Cruz. Quiero religiosas llenas de amor, revestidas con la caridad de la Cruz. ¿Te negarás a hacer esto por Mí? Te has hecho mi esposa por amor a Mí, has venido a la India por Mí. La sed que tenías de almas te trajo tan lejos. ¿Tienes miedo a dar un nuevo paso por tu esposo? ¿Por Mí y por las almas? ¿Se ha enfriado tu generosidad? ¿Soy secundario para ti? Tú no moriste por las almas, por eso no te importa lo que les suceda. Tu corazón nunca estuvo ahogado en el dolor como lo estuvo el de mi Madre. Ambos nos dimos totalmente por las almas ¿Y tú? Tienes miedo de perder tu vocación, de convertirte en seglar, de faltar a la perseverancia. No, tu vocación es amar y sufrir y salvar almas y, dando este paso, cumplirás el deseo de mi Corazón para ti. Ésa es tu vocación. Vestirás con sencillas ropas indias o más bien como vistió mi Madre, sencilla y pobre. Tu hábito actual es santo, porque es mi símbolo. Tu sari llegará a ser santo, porque será mi símbolo.

 

 

 

Traté de persuadir a Nuestro Señor de que intentaría llegar a ser una religiosa muy fervorosa y santa de Loreto, una verdadera víctima aquí en esta vocación, pero la respuesta vino muy clara de nuevo. Quiero hermanas indias Misioneras de la Caridad, que serán mi fuego de amor entre los más pobres, los enfermos, los moribundos, los niños pequeños de la calle. Quiero que me traigas a los pobres. Las hermanas ofrecerán sus vidas como víctimas de mi amor. Me traerán estas almas a Mí. ¡Sé que eres la persona más incapaz, débil y pecadora, pero precisamente porque lo eres, te quiero usar para mi Gloria! ¿Te negarás? Estas palabras, o más bien esta voz, me atemorizaron. El pensamiento de comer, dormir, vivir como los indios, me llenaba de miedo. Recé largo rato, recé mucho. Le rogué a Nuestra Madre María que le pidiese a Jesús que apartara de mí todo esto. Cuanto más rezaba, más claramente crecía la voz en mi corazón y así recé para que Él hiciera conmigo todo lo que quisiera. Él pidió una y otra vez.

 

 

Luego, una vez más, la voz fue muy clara: Has dicho siempre “haz conmigo todo lo que desees”. Ahora quiero actuar, déjame hacerlo, mi pequeña esposa, mi pequeñita. No tengas miedo, estaré siempre contigo. Sufrirás y sufres ahora, pero si eres mi pequeña esposa, la esposa de Jesús crucificado, tendrás que soportar estos tormentos en tu corazón. Déjame actuar. No me rechaces. Confía en Mí amorosamente, confía en Mí ciegamente. Pequeñita, dame almas, dame las almas de los pobres niñitos de la calle. Cómo duele, si tú lo supieras, ver a estos niños pobres manchados depecados. Anhelo la pureza de su amor. ¡Si sólo respondieras a mi llamada y me trajeras estas almas, apartándolas de las manos del maligno! ¡Si sólo supieras cuántos pequeños caen en pecado cada día! Hay conventos con numerosas religiosas cuidando a los ricos y los que pueden valerse por sí mismos, pero para mis pobres no hay absolutamente ninguna. Es a ellos a quienes anhelo y amo. ¿Te negarás? Pide a su Excelencia que me conceda esto como agradecimiento por los veinticinco años de gracia que le he dado

 

 

En otra carta al arzobispo, ella le manifiesta: Nuestro Señor dice: Cuánto duele ver a esos niños manchados de pecado. No me conocen y, por eso, no me quieren. Cómo anhelo entrar en sus agujeros, en sus oscuros e infelices hogares. Ven, sé mi víctima en tu inmolación, en tu amor por Mí, ellos me verán, me conocerán y me querrán.

 

 

El 8 de agosto el padre Exem le escribe al arzobispo las palabras textuales que Jesús le había dicho a ella: La gente cree que fuiste enviada aquí para enseñar. Lo haces bien y trabajas con todo tu corazón, pero éste no era el objetivo de mi Corazón, te traje aquí para que estuvieras bajo el inmediato cuidado de tu padre espiritual, que te educará en los caminos de mi amor y así te preparará para hacer mi voluntad. Confía en él completamente y sin ningún miedo. Obedécele en cada detalle, no te engañarás si le obedeces, porque él me pertenece plenamente. Te haré conocer mi voluntad a través de él

 

 

El 3 de diciembre de ese mismo año 1947 le habla al arzobispo de unas visiones sobrenaturales. Le dice: 1) Vi una gran muchedumbre, todo tipo de personas, muy pobres y también había niños. Todos ellos tenían sus manos alzadas hacia mí. Yo estaba de pie y ellos alrededor. Gritaban: “Ven, ven, sálvanos, llévanos a Jesús

 

2) De nuevo esa gran muchedumbre. Pude ver gran dolor y sufrimiento en sus rostros. Yo estaba arrodillada cerca de Nuestra Señora, que estaba frente a ellos. No vi su cara, pero oí que decía: “Cuida de ellos, son míos, llévaselos a Jesús, tráelos a Jesús. No temas. Enséñales a rezar el rosario, el rosario en familia, y todo irá bien. No temas, Jesús y yo estaremos contigo y tus hijos”.

 

3) La misma muchedumbre. Estaban cubiertos de oscuridad. Sin embargo, los podía ver. Nuestro Señor en la cruz. Nuestra Señora, a poca distancia de la cruz, y yo como una niña pequeña en frente de ella. Su mano izquierda estaba sobre mi hombro izquierdo y su mano derecha sostenía mi brazo derecho. Ambas estábamos frente a la cruz. Nuestro Señor dijo: “Te lo he pedido. Ellos te lo han pedido y ella, mi Madre, te lo ha pedido ¿Te negarás a hacer esto por Mí, a cuidar de ellos, a traérmelos?”. Yo respondí: “Tú sabes, Jesús, que estoy preparada para ir enseguida”. Desde entonces, no he oído ni he visto nada, pero sé que todo lo que he escrito “es verdad

 

En setiembre de 1946 fui a Darjeeling para descansar un poco y allí también hice mi retiro de ocho días. A mi regreso a Calcuta informé a mi padre espiritual de lo siguiente: Que Dios quiere que me entregue completamente a Él en pobreza absoluta, que me identifique con las jóvenes indias en sus vidas de abnegación e inmolación atendiendo a los pobres en los barrios más miserables, a los enfermos, a los moribundos, a los mendigos en sus sucios agujeros y a los niños pequeños de la calle. En una palabra, darme sin reserva alguna a Dios en los pobres de las calles y de los barrios más miserables

 

 

Querida Madre general, estoy segura de que es la santa voluntad de Dios para mí que me vaya a realizar esta obra. ¿Por qué Él me llamó a mí, la más indigna y pecadora, tan llena de debilidad, de miseria y de pecado? No lo sé. No tengo ninguna respuesta, salvo que su camino es un misterio para mí. He rezado mucho por este motivo, lo he mirado desde todos los ángulos y la respuesta sigue siendo la misma: dejarlo todo y seguirle todavía más profundamente, en esa vida de completa entrega e inmolación por Él y por sus pobres. Sé que estará preocupada por mí, pero por favor no me separe del camino que Él quiere que recorra. Si usted estuviera en la India, si viera lo que yo he visto durante tantos años, su corazón también desearía intensamente que Nuestro Señor fuera más conocido por los pobres que sufren en la tierra terriblemente, y además después pasarán la eternidad en la oscuridad, porque no hay religiosas que les tiendan una mano de ayuda en sus propios agujeros oscuros. Déjeme ir, querida Madre general. Sé que soy una de sus hijas más indignas, pero le confío a usted el don que Dios me ha confiado y estoy segura de que me ayudará a hacer su voluntad. Por favor, no me impida darme a Él y a sus pobres

 

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