Flora Cantábrica

Matias Mayor

Archivo del 28 abril, 2018

Frases del dia 28,4,18

28 abril, 2018 Autor: admin

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Santa Teresita del niño Jesús  y el Espíritu Santo

 

A estos métodos se refería sin duda Teresa cuando decía: «A veces, cuando leo ciertos tratados en que la perfección aparece erizada de obstáculos, mi pobre espíritu se cansa; cierro entonces el libro que me rompe la cabeza y me seca el corazón y abro la Escritura Sagrada; entonces todo me parece luminoso, la perfección me resulta fácil; basta reconocer la propia nada y abandonarse con la sencillez de un niño en los brazos de Dios.» Los que son movidos por el Espíritu Santo, éstos son hijos de Dios. «¡No puedo comprender ni menos poner en práctica ciertos libros! Serán buenos para almas más grandes que la mía; yo me regocijo de ser pequeña, porque Sólo los niños y los que se les asemejan entrarán en el cielo» (Mat. 19, 14).

 

 

Hemos de confesar, efectivamente, que esos métodos distan mucho de la sencillez evangélica. La sencillez es la característica de la ascética de Teresa. Enseña a las almas a buscar a Dios para que El las libre de sus miserias; deben dejarse atraer por Dios, entregarse a El, contar siempre con El. Esto equivale a decir que Teresa procura vivir bajo la influencia y la acción del Espíritu Santo. Su vida no es sino la práctica, sugestiva en extremo, de este principio esencial de la teología ascética y mística. Los que son movidos por el Espíritu Santo

 

Hablo de principio teológico, pues bajo este aspecto quiero presentar a Teresa en estas páginas. No me canso de admirar la solidez, la profundidad de su teología; sin saberlo ella misma, sin sospecharlo siquiera, habló como verdadero teólogo de la más profunda teología: la vida de Dios en nosotros.

 Me he fijado en dos páginas de su vida. En ellas está compendiada toda la doctrina ascética de Teresa. La primera me parece expresar con estilo sencillo e ingenuo en extremo la significación del Espíritu Santo… «Siempre he sentido el deseo -escribe Teresa- de llegar a ser santa. Pero, ¡ay!, cuando me comparo con los santos, veo que entre ellos y yo existe la misma diferencia que hay entre las altas montañas cuya cima está más allá de las nubes y el grano de arena pisoteado por los transeúntes.

 

En lugar de desalentarme pienso: Dios nuestro Señor no inspira deseos irrealizables». Detengámonos un instante; con qué precisión razona la Santa. Dios -el Espíritu Santo- no despierta jamás en el alma deseos irrealizables; cuando inspira deseos tiene intención de satisfacerlos, de colmarlos con creces.

 

Los deseos son en el alma como el fruto de la acción del Espíritu Santo. La palabra «deseo» se encuentra constantemente en los escritos de Teresa; indicio verdaderamente significativo. Son clásicos los deseos personales de Teresa, que no tienen límite ni medida; son inmensos, infinitos. «Entonces pensé: Dios nuestro Señor no inspira deseos irrealizables; puedo, por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad. ¿Qué hacer? Crecer me es imposible; debo resignarme a ser tal cual soy, con mis innumerables imperfecciones, pero quiero encontrar el medio de ir al cielo, por un camino muy recto, muy corto, un camino enteramente nuevo.

 

Estamos en el siglo de los inventos; ya no hay que tomarse el trabajo de subir los peldaños de una escalera: un ascensor los reemplaza con ventaja. ¡Yo quisiera encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús!, pues soy demasiado pequeña para subir la empinada cuesta de la perfección.» ¡Cuántas almas piensan esto mismo, pero se quedan desalentadas al pie de la escalera! «Entonces abrí la Escritura Sagrada, esperando encontrar en ella la solución que necesitaba; y leí estas palabras de la Sabiduría: Si alguno es muy pequeño, que venga a Mí (Prov. 9, 4 y 16).

 

Me acerqué, pues, a El, presintiendo que había descubierto lo que buscaba. Deseando saber qué hará el Señor con el alma pequeña que a El se acerque, me encontré con estas consoladoras palabras: Como una madre acaricia a su hijo, así yo os consolaré, os llevaré en mi regazo y os meceré sobre mis rodillas (Is. 66, 13). ¡Ah, jamás he escuchado palabras tan tiernas y conmovedoras! ¡Vuestros brazos, oh Jesús, son el ascensor que debe llevarme al Cielo! Para esto no tengo necesidad de crecer; al contrario, he de procurar ser más pequeña cada día! ».

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