Flora Cantábrica

Matias Mayor

Archivo del 3 junio, 2018

Frases del dia 3 ,6 18-

3 junio, 2018 Autor: admin

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Algunos milagros de San Francisco de Asis
después de su muerte

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En Pomarico, castro situado en las montañas de la Pulla, vivía con sus padres una hija única de corta edad, querida tiernísimamente por ellos. Muerta a consecuencia de grave enfermedad, sus padres, que no tenían ya esperanza de sucesión, se consideraban como muertos con ella.

 

Reunidos los parientes y amigos para asistir a aquel tristísimo funeral, yacía la desgraciada madre oprimida por indecible dolor y sumergida en suprema tristeza, sin darse cuenta en absoluto de lo que sucedía a su alrededor.

 

En esto, San Francisco, acompañado de un solo compañero, se dignó aparecer y visitar a la desconsolada mujer, a la que reconocía como devota suya. Dirigiéndose a ella, le dijo estas consoladoras palabras: «No llores, porque la luz de tu antorcha que crees se ha apagado, te será devuelta por mi intercesión».

 

Se levantó al instante la mujer, y, manifestando a todos lo que el Santo le había dicho, no permitió que se llevaran el cuerpo muerto de su hija, sino que, invocando con gran fe a San Francisco, tomó a su hija muerta y, viéndolo todos y admirándolo, la levantó viva y completamente sana.

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. Un niño de apenas siete años, hijo de un notario de la ciudad de Roma, quería -cosa muy propia de niños- seguir a su madre, que iba a la iglesia de San Marcos; al obligarlo ella a quedar en casa, se arrojó por una ventana del palacio, y con el último golpe quedó muerto instantáneamente.

 

La madre, que todavía no se había alejado mucho, al oír el ruido del golpe, sospechando que su hijo se había caído, volvió apresuradamente, y, comprobando que le había sido arrebatado su hijo con tan lamentable accidente, al punto se lo recriminó a sí misma, y con gritos dolorosos sobresaltó a toda la vecindad, moviéndola al lamento.

 

Un hermano de la Orden de los Menores llamado Raho, que iba a predicar y en aquel momento pasaba por allí, se acercó al niño y lleno de fe dijo al padre: «¿Crees que el santo de Dios Francisco, por el amor que siempre tuvo a Cristo, muerto en la cruz para devolver la vida a los hombres, puede resucitar a tu hijo?» Respondióle que lo creía firmemente y lo confesaba con fe, y que se pondría para siempre al servicio del Santo si por los méritos del mismo lograba obtener de Dios una gracia tan grande. Postróse aquel hermano con su compañero en actitud de oración, exhortando a todos los presentes a que se asociaran a ella.

 

Terminada la oración, el niño comenzó a bostezar levemente, luego abrió los ojos y levantó los brazos; en seguida se puso de pie por sí mismo y se paseó ante todos totalmente restablecido, devuelto a la vida y a la salud por el poder maravilloso del Santo.

 

 

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