Flora Cantábrica

Matias Mayor

Lourdes.Español.17


UNA CONVERSIÓN

 

La cuenta el mismo interesado, el conde Bruissard: Me hallaba en Cauterets cuando tanto se hablaba de las apariciones de Lourdes. No creía en la existencia de Dios; era un incrédulo y, lo que es peor, un ateo. Había leído en un periódico del país que Bernardita, el día 16 de julio, había tenido una aparición y que la Virgen le había sonreído. Determiné ir a Lourdes como curioso y ver si podía pillar a la pequeña en flagrante delito de mentira.

 

Fui a casa de los Soubirous y encontré a Bernardita en la puerta, ocupada en zurcir unas medias. Después de un largo interrogatorio sobre las apariciones, le pregunté:

Vamos a ver, ¿cómo sonreía esa hermosa Señora?

 

La pastorcilla me miró con extrañeza y, después de haber guardado un corto silencio, me dijo:

 

¡Oh, señor! Se tendría que ser del cielo para poder sonreír de semejante modo.

 

¿No podría hacer algo semejante para mí? Soy un incrédulo y no creo en sus apariciones.

 

 

El rostro de la niña se ensombreció.

 

Entonces, señor, ¿cree usted que soy una embustera?

 

Me sentí desarmado. No, Bernardita no era una embustera, y casi estuve a punto de ponerme de rodillas para pedirle perdón.

 

Ya que usted es un pecador, dijo, voy a imitar la sonrisa de la Virgen

 

 

La niña se levantó muy lentamente, juntó las manos y dibujó una sonrisa celestial como yo no había visto nunca en labios mortales. Su rostro quedó lleno de un reflejo turbador. Seguía sonriendo, con los ojos mirando al cielo. Permanecí inmóvil delante de ella, persuadido de haber visto sonreír a la Virgen a través del rostro de la vidente.

 

 

Desde entonces, conservo en la intimidad de mi alma este divino recuerdo. He perdido a mi mujer y a mis dos hijas, pero me parece que no estoy solo en el mundo. Vivo con la sonrisa de la Virgen

 

ENFERMERA Y SACRISTANA

Durante el año 1871, se enfermó gravemente la enfermera titular y Bernardita tomó la dirección de la enfermería en sus manos.

 

CONTINÚAN SUS MALES ´

 

En octubre de 1875 ya estaba en muy mal estado de salud e incapaz de hacer ningún trabajo. Tuvo que quedarse en la enfermería, dedicando su tiempo a la lectura y la oración.  En junio de 1876, Bernardita había perdido el uso de sus piernas y fue llevada a misa en una silla de ruedas. Él tenía un absceso cacgenoso severo en una rodilla. A pesar de los dolores que tenía y ofrecía por los pecadores, dijo: Soy más feliz en mi cama con mi crucifijo que una reina en su trono 142.

LA MUERTE

 

Desde 1867 ó 1868 padecía un tumor blanco en la rodilla derecha. Durante el invierno de 1877 se agravó el mal. Ahora el tumor había adquirido proporciones enormes, ocasionándole continuos dolores. Al propio tiempo, la caries se apoderó de sus debilitados huesos

 

Hacia las tres y cuarto tomó el crucifijo entre las manos y besó lentamente las cinco llagas. Unos momentos antes había dicho: Dios mío, te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas 154. Tres hermanas, que estaban a su lado, repetían sin cesar: “Jesús, María y José, tened piedad de ella y protegedla” 155.

 

 

Sus últimas palabras fueron: Santa María, madre de Dios, ruega por mí, pobre pecadora… pobre pecadora

 

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