Flora Cantábrica

Matias Mayor

Frases del dia 8 ,7 18


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Santa María Faustina Kowalska

 

DIARIO

 

La Divina Misericordia

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135.

 

En la tercera probación el Señor me dio a entender que me ofreciera a Él para que pudiera hacer conmigo lo que le agradaba. Debo estar siempre delante de Él como víctima.  En un primer momento me asusté, sintiéndome infinitamente miserable y conociéndome bien, contesté al Señor una vez más:  Soy la miseria misma, ¿cómo puedo ser rehén?  Hoy no lo entiendes. Mañana te lo daré a conocer durante la adoración.   El corazón y el alma me temblaban.  Estas palabras se imprimieron tan profundamente en mi alma.  La Palabra de Dios es viva.  Cuando vine a la adoración, sentí en el alma que entré en el tempo de Dios viviente, cuya Majestad es grande e inconcebible.  Y el Señor me dio a conocer lo que son frente a Él incluso los espíritus más puros.  Aunque por fuera no veía nada, la presencia de Dios me envolvió por completo.  En aquel momento mi mente fue iluminada de modo singular.  Delante de los ojos de mi alma pasó una visión, como aquella que el Señor Jesús tuvo en el Huerto de los Olivos.  Primero los sufrimientos físicos y todas las circunstancias que los aumentan; los sufrimientos espirituales en toda su extensión y de los cuales nadie sabrá.  En aquella visión entra todo: sospechas injustas, pérdida del propio buen nombre.  He descrito eso de modo resumido, pero el conocimiento de eso fue tan claro que lo que viví después no difería en nada de lo que conocí en aquel momento.  Mi nombre debe ser “víctima”.  Cuando la visión terminó, un sudor frío fluyó por mi frente.

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.Jesús me dio a conocer que aunque no lo aceptara, no obstante podría salvarme y Él no disminuiría las gracias que me había concedido y seguiría en la misma intimidad conmigo, esto es que aunque no aceptara este sacrificio, la generosidad de Dios no disminuiría. Y el Señor me dio a conocer que todo el misterio dependía de mí, de mi consentimiento voluntario a ese sacrificio con toda la conciencia de mi mente.  En este acto voluntario y consciente está todo el poder y valor delante de Su Majestad.  Aunque no me sucediera nada de aquello a lo que me había ofrecido, delante del Señor es como si ya todo (64) hubiera sucedido.  En aquel momento entendí que entraba en unión con la Majestad inconcebible.  Sentí que Dios esperaba mi palabra, mi consentimiento.  De repente mi alma se sumergió en el Señor y dije:  Haz conmigo lo que Te agrade, me someto a Tu voluntad.  Desde hoy Tu santa voluntad es mi alimento.  Seré fiel a Tus demandas, con la ayuda de Tu gracia.  Haz conmigo lo que Te agrade.  Te suplico, Señor, quédate conmigo en cada momento de mi vida.

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.Súbitamente, cuando acepté este sacrificio con la voluntad y el corazón, la presencia de Dios me traspasó totalmente. Mi alma fue sumergida en Dios e inundada de una felicidad tan grande que no alcanzo a describirla ni siquiera parcialmente.  Sentía que Su Majestad me envolvía.  Fui fusionada con Dios de modo singular.  Vi una gran complacencia de Dios hacia mí e igualmente mi espíritu se sumergió en Él.  Consciente de haberme unido con Dios, siento que soy amada de modo particular, y recíprocamente, amo con toda la fuerza de mi alma.  Un gran misterio se produjo durante aquella adoración, un misterio entre yo y el Señor; y me parecía que iba a morir de amor bajo Su mirada.  Aunque hablé mucho con el Señor pero sin una palabra.  Y el Señor dijo: Eres un deleite para Mi Corazón, desde hoy cada acción tuya, la más pequeña, encuentra la complacencia en Mis ojos, cualquier cosa que hagas.  En aquel momento me sentí reconsagrada.  La envoltura del cuerpo es la misma, pero el alma es otra, en ella mora Dios con toda Su predilección.  No un sentimiento, sino una realidad consciente a la que nada me puede ofuscar.  Un gran misterio se entrelazó entre Dios y yo.  El ánimo y la fuerza quedaron en mi alma.  Al salir de la adoración, con serenidad miré a los ojos de todo lo que antes tanto temía.

 

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