Flora Cantábrica

Matias Mayor

Frases del dia 8 5,18


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Santa Teresa del niño Jesús y el Espíritu Santo

 

 

Me he fijado en dos páginas de su vida. En ellas está compendiada toda la doctrina ascética de Teresa. La primera me parece expresar con estilo sencillo e ingenuo en extremo la significación del Espíritu Santo… «Siempre he sentido el deseo -escribe Teresa- de llegar a ser santa. Pero, ¡ay!, cuando me comparo con los santos, veo que entre ellos y yo existe la misma diferencia que hay entre las altas montañas cuya cima está más allá de las nubes y el grano de arena pisoteado por los transeúntes. En lugar de desalentarme pienso: Dios nuestro Señor no inspira deseos irrealizables». Detengámonos un instante; con qué precisión razona la Santa. Dios -el Espíritu Santo- no despierta jamás en el alma deseos irrealizables; cuando inspira deseos tiene intención de satisfacerlos, de colmarlos con creces.

Los deseos son en el alma como el fruto de la acción del Espíritu Santo. La palabra «deseo» se encuentra constantemente en los escritos de Teresa; indicio verdaderamente significativo. Son clásicos los deseos personales de Teresa, que no tienen límite ni medida; son inmensos, infinitos. «Entonces pensé: Dios nuestro Señor no inspira deseos irrealizables; puedo, por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad. ¿Qué hacer? Crecer me es imposible; debo resignarme a ser tal cual soy, con mis innumerables imperfecciones, pero quiero encontrar el medio de ir al cielo, por un camino muy recto, muy corto, un camino enteramente nuevo. Estamos en el siglo de los inventos; ya no hay que tomarse el trabajo de subir los peldaños de una escalera: un ascensor los reemplaza con ventaja. ¡Yo quisiera encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús!, pues soy demasiado pequeña para subir la empinada cuesta de la perfección.» ¡Cuántas almas piensan esto mismo, pero se quedan desalentadas al pie de la escalera! «Entonces abrí la Escritura Sagrada, esperando encontrar en ella la solución que necesitaba; y leí estas palabras de la Sabiduría: Si alguno es muy pequeño, que venga a Mí (Prov. 9, 4 y 16). Me acerqué, pues, a El, presintiendo que había descubierto lo que buscaba. Deseando saber qué hará el Señor con el alma pequeña que a El se acerque, me encontré con estas consoladoras palabras: Como una madre acaricia a su hijo, así yo os consolaré, os llevaré en mi regazo y os meceré sobre mis rodillas (Is. 66, 13). ¡Ah, jamás he escuchado palabras tan tiernas y conmovedoras! ¡Vuestros brazos, oh Jesús, son el ascensor que debe llevarme al Cielo! Para esto no tengo necesidad de crecer; al contrario, he de procurar ser más pequeña cada día! ».

Los brazos de Jesús, en lenguaje no metafórico, sino teológico, significan el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo. Sus dones son a manera de brazos que nos elevan. «Ascensor». Esta palabra expresa con precisión admirable la obra del Espíritu Divino. Es la palabra de San Pablo: Los que son movidos por el Espíritu Santo, escrita en lenguaje moderno. En verdad, la obra de la santidad no se lleva a cabo sino bajo la influencia del Espíritu Santo, que es quien mueve al alma, quien la lleva, quien la levanta hasta la perfección de la caridad, hasta la santidad. ¿Cómo corresponder a esta obra? ¡ Humildad y confianza! Si alguno es pequeño, que venga a Mí. Teresa, iluminada por el Espíritu Santo, comprendió perfectamente esa palabra de la Sabiduría «Ser pequeño», es decir, conocer y amar la propia impotencia y «buscarle a El», al Amor infinito; ése es el ascensor divino. Y entonces no somos nosotros quienes subimos: es El quien nos eleva, y al alma sólo le toca dejarle hacer, seguir su movimiento ascendente. El nos elevará por encima de nosotros mismos, de nuestros defectos, y poco a poco nos librará de nuestro «yo» egoísta. ¡Esta es su obra esencial, obra divina, para cuya realización sólo pide al alma un gran deseo acompañado de una confianza total en sí misma y de una confianza sin límites en El, en su amor gratuito y omnipotente! ¡Humildad, confianza!

Este es el meollo de la santidad, de la espiritualidad de Teresa; como punto de partida, el deseo de amar a Dios sin medida; humildad, si alguno es muy pequeño, y confianza, que venga a Mí. Entonces el alma se entrega y sube al ascensor divino: Movidos por el Espíritu Santo.

 

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