Flora Cantábrica

Matias Mayor

Frases del dia 7,5. 18


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Padre Pío de Pietrelcina

 

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Primera aparición de los estigmas

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Durante su primer año de ministerio sacerdotal, en 1910, el Padre Pío manifestó los primeros síntomas de los estigmas. En una carta que escribió a su director espiritual los describió así: «En medio de las manos apareció una mancha roja, del tamaño de un centavo, acompañada de un intenso dolor. También debajo de los pies siento dolor». Estos dolores en la manos y los pies del Padre Pío, son los primeros signos de los estigmas que fueron invisibles hasta el año 1918. En este año, el padre Pío recibió los estigmas de Jesús Crucificado, quien en una aparición lo invitó a unirse en su Pasión para participar en la salvación de los hermanos, en especial de los consagrados.

 

Una vez el dolor que el Padre Pío experimentó fue tan agudo, que se sacudió las manos, las cuales sentía que se le quemaban, a lo que su madre le preguntó: «¿Qué es eso?, ¿es que ahora también tocas la guitarra?». El Padre se limitó a no responder.

 

Este tiempo en su pueblo natal fue un período de grandes combates espirituales con el demonio, pero también de grandes consuelos a través de éxtasis y fenómenos místicos, tanto interiores como exteriores, espirituales y físicos. El demonio solía aparecérsele de distintas maneras. Algunas veces lo hacía en la apariencia de animales, de mujeres bailando danzas impuras, de carceleros que lo azotaban. Pero después de estos asaltos del demonio, era consolado con éxtasis y apariciones de Jesús, la Santísima Virgen María, su Ángel Guardián, San Francisco y otros santos.

 

El día 12 de agosto de 1912 experimentó por primera vez la «llaga del amor». El Padre Pío le escribió a su director espiritual explicándole lo sucedido: «Estaba en la Iglesia haciendo mi acción de gracias después de la Santa Misa, cuando de repente sentí mi corazón herido por un dardo de fuego hirviendo en llamas y yo pensé que me iba a morir».

 

 

Durante siete años, el Padre Pío permaneció fuera del Convento, en Pietrelcina. Naturalmente, esta vida estaba en contraste con la regla franciscana y algunos hermanos frailes se quejaron de esto. Fue entonces cuando el Superior General de la Orden pidió a la Sagrada Congregación de los Religiosos la exclaustración del Padre Pío. Fue un golpe muy duro para él y en un éxtasis se quejó a San Francisco de Asís. La Congregación de los Religiosos no escuchó la solicitud del Superior General y concedió que el Padre Pío siguiera viviendo fuera del convento, hasta que estuviera completamente restablecida su salud.

 

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