Flora Cantábrica

Matias Mayor

Frases del dia 29.6 .19


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CASTILLO INTERIOR” O LAS “MORADAS”

 

 Santa Teresa de Ávila

 

 

Primeras moradas: «entrar en el castillo»: convertirse, iniciar el trato con Dios (oración), conocerse a sí mismo y recuperar la sensibilidad espiritual.

 

Segundas moradas: «luchar»; acecha todavía el pecado; persisten los dinamismos desordenados; necesidad de afianzarse en una opción radical; progresiva sensibilidad en la escucha de la palabra de Dios (oración meditativa).

 

Terceras moradas: la prueba del amor. Logro de un programa de vida espiritual y de oración; estabilidad en él; brotes de celo apostólico; pero sobrevienen la aridez y la impotencia como estados de prueba. «Pruébanos tú, Señor, que sabes las verdades».

 

Cuartas moradas: brota la fuente interior, paso a la experiencia mística; pero a sorbos, intermitentemente: momentos de lucidez infusa (recogimiento de la mente), y de amor místicopasivo (quietud de la voluntad).

 

Quintas moradas: muere el gusano de seda; el alma renace en Cristo: «llevóme el Rey a la bodega del vino» (V, 1,12); «nuestra vida es Cristo» (V, 2,4). Estado de unión, bien sea «mística» desde lo hondo de la esencia, bien sea «no regalada», por conformidad de voluntades, y manifestada especialmente en el amor del prójimo (c. 3).

 

Sextas moradas: el crisol del amor. Periodo extático y tensión escatológica. Nuevo modo de «sentir los pecados». Cristo presente «por una manera admirable, adonde divino y humano junto es siempre su compañía (del alma)» (VI, 7,9). Desposorio místico. El alma queda sellada.

 

Séptimas moradas: Matrimonio místico. Dos gracias de ingreso en el estado final: una cristológica, otra trinitaria. «Aquí se le comunican (al alma) todas tres personas (divinas)… Nunca más se fueron de con ella, sino que notoriamente ve… que están en lo interior de su alma, en lo muy interior, en una cosa muy honda, que no sabe decir cómo es…» (VI, 1, 67). Plena inserción en la acción: «que nazcan siempre obras, obras» (VII, 4,6). Como Elías, «hambre… de la honra de Dios»; «hambre… de allegar almas» como santo Domingo y san Francisco (VII, 4,11). Plena configuración a Cristo crucificado (VII, 4, 45).

 

Cristo ha sido el punto de mira a lo largo de todo el proceso. Desde las primeras moradas: «Pongamos los ojos en Cristo nuestro bien (cf. Hbr. 12, 9), y allí aprenderemos la verdadera humildad» (I, 1,11). Hasta la última página de las séptimas: «¡Los ojos en Cristo crucificado!» (VII, 4,8).

 

 

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