Flora Cantábrica

Matias Mayor

Archivo del 8 octubre, 2019

Frases del día 8. 10 .19

8 octubre, 2019 Autor: admin

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Gema Galgani

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EL ÁNGEL CUSTODIO

 

La primera vez que se le presentó fue siendo todavía una adolescente de unos 15 años. Dice ella: Un día me regalaron un reloj con cadena de oro. Yo, vanidosa como era, no veía el momento de lucirlo, saliendo fuera con él. Salí en efecto. Al volver e ir a desnudarme, vi a un ángel (que ahora sé que era el mío) el cual muy serio, me dijo: Recuerda que los preciosos adornos que han de hermosear a una esposa de un rey crucificado no pueden ser otros que las espinas y la cruz .

 

La Madre Inés declara que un día fue Gema al monasterio a visitarla y ella la reprendió por haber ido sola. Gema le respondió que no estaba sola, pues la acompañaba su ángel de la guarda. La madre le respondió: – Y, ¿dónde lo has dejado? – Allí afuera, a la puerta. – ¿Por qué no lo llamas? Gema abrió la puerta y con la mano lo invitó a entrar, pero la Madre Inés no lo vio y le preguntó cómo lo veía.

 

Entonces, Gema respondió: Le veo la cara y las alas extendidas sobre la cabeza en señal de protección136. La tía Elisa aclara en el Proceso que Gema tenía entonces unos 15 ó 16 años. Gema dice: El ángel de la guarda comenzó a ser mi maestro y guía, me reprendía cada vez que hacía mal alguna cosa, me enseñaba a hablar poco y sólo cuando me preguntaban. Una vez que los de casa hablaban de una cierta persona y no muy bien, yo quise intervenir. El ángel, amigo severo, me hizo un gran reproche.

 

Me enseñaba a mantener la mirada baja y hasta en la iglesia me reprendía severamente, diciéndome: “¿Se está así en la presencia de Dios?”. Otras veces, me decía: “Si no eres buena, no me dejaré ver por ti

 

 

Y sigue diciendo: Tenía siempre horror al pecado; pero, a pesar de ello, lo cometía continuamente. Y Jesús no podía estar contento. Sin embargo, seguía consolándome y me mandaba al ángel de la guarda para que fuera mi guía en todo. De todo esto debía dar cuenta a mi confesor, pero fui a confesarme y no me atreví, salí sin decirle nada. Regresé a casa y al entrar en mi habitación vi que mi ángel lloraba.

 

No me atrevía a preguntarle nada, pero él espontáneamente me dijo: ¿De modo que tú no me quieres ver? Eres mala, porque callas las cosas al confesor. Recuerda lo que te digo, te lo repito por última vez. Si vuelves a callar lo más mínimo al confesor, yo no me dejaré ver más de ti. Nunca, nunca. Me puse de rodillas y me mandó que hiciese el acto de contrición, haciéndome prometer que en adelante, se lo diría todo al confesor y luego me perdonó en el nombre de Jesús 138 . Otro día, durante la oración de la tarde se me acercó el ángel y, tocándome la espalda, me dijo: – Gema, ¿cómo tanta desgana en la oración? – No es desgana, es que hace dos días que no me siento bien. – Cumple tu deber con esmero y verás cómo Jesús te amará aún más… Le supliqué al ángel de la guarda que fuera a pedir permiso a Jesús para pasar la noche conmigo. Desapareció al momento. Y, cuando obtuvo el permiso, regresó139 .

 

El jueves por la tarde, Jesús me prometió que, durante los días que faltara la señora Cecilia, haría que no me faltase nunca el ángel de la guarda. Me lo brindó ayer tarde y no me ha vuelto a dejar ni un solo momento… Si estoy con otras personas, el ángel no me deja nunca; pero, si estoy a solas con él, enseguida me deja… Hoy ni siquiera un minuto se ha separado de mí… Le he preguntado: “¿Por qué, cuando está la señora Cecilia, no apareces nunca?”. Me ha contestado: “Porque nadie fuera de ella sabe hacer mis veces. Pobre niña, eres tan pequeñita que necesitas quien te lleve de la mano. Ahora te llevaré yo, no temas, pero obedece”140 .

 

 

El ángel para ella era un amigo que se preocupaba de sus más mínimas cosas, que le sonreía con amor, la besaba con cariño y, le daba todas las noches la bendición al acostarse. Hasta la cura como médico celestial. Nos dice: El ángel de la guarda no cesa de vigilarme, instruirme y darme sabios consejos. Se deja ver varias veces al día y me habla. Ayer me acompañó durante la comida, pero no me hacía fuerza (para comer) como me hacen los demás. Después de comer, no me sentía nada bien y él me trajo entonces una taza de café tan bueno que me curé enseguida141 .

 

Otro día, el ángel me dio a beber unas gotas de un líquido blanco en un vasito dorado, diciéndome que era la medicina con la que el médico del paraíso curaba a sus enfermos142 . En una ocasión, cuando menos lo pensaba, vino el ángel. Se me acercó, me acarició y me sentí obligada a decirle con todo el afecto: – Ángel mío, ¡cuánto te quiero! – ¿Por qué me quieres tanto? – Te quiero, porque me enseñas la humildad y porque mantienes la paz interior en mi corazón. Si alguna vez soy mala, no te enfades. – Sí, yo seré tu guía seguro. Seré tu compañero inseparable. ¿No ves quién me ha confiado tu custodia? – Sí, mi buen Jesús. Y los dos quedamos con Jesús143 .

 

El ángel también tenía sentido del humor y se ríe. Ella recuerda: Le rogué al ángel de mi guarda con insistencia que no me dejara sola. Me preguntó qué me pasaba y le hice ver al diablo que, si bien estaba algo lejos, siempre me estaba amenazando. Le rogué que se quedara conmigo toda la noche, y me contestó: – Pero yo tengo sueño. – No, los ángeles de Jesús no duermen. – Pero he de descansar (me pareció que le daba la risa). ¿Dónde quieres que descanse?

 

 

Estuve por decirle que se metiese en la cama y que yo me quedaría allí rezando, pero habría desobedecido. Le dije que estuviese cerca de mí y me lo prometió. Me acosté y luego me pareció que él extendía sus alas sobre mi cabeza144 . No sólo se le aparece su ángel, el ángel de padre Germán también se le aparece frecuentemente para ayudarla. Y ambos ángeles forman un dúo indisoluble para ayudarla en todo.

 

 

Dice Gema: Padre mío, su ángel está siempre conmigo. Me bendice, me acaricia y le mando decir muchas cosas. ¿Le dijo que le mandé decir que hiciese la caridad de escribir a la tía antes de Pascua?145 . El viernes por la noche su bendijo ángel me hizo enfadar. Yo no quería que se acercase a mí, pero él se empeñó en decirme varias cosas. Me dijo apenas llegó: “Dios te bendiga, oh alma confiada a mi custodia”. Ya puede figurarse cómo le respondería. Le dije: “Ángel santo, escucha un poco. No te ensucies las manos conmigo, vete, vete con otra alma que sepa hacer estima de los dones de Dios. Yo no sé hacerla”. Pero él me dijo: – ¿Qué temes? – Desobedecer – No temas, que es tu padre quien me envía… ¿Crees que echas a perder los grandes dones que Dios te ha concedido? No temas. Esta gracia se la pediré yo a Jesús para ti.

 

 

Basta que tú me prometas corresponder a los auxilios que te prestará tu padre. Por lo demás, hija, no tengas miedo al sufrimiento. Y me bendijo varias veces, mientras gritaba fuerte: ¡Viva Jesús!146 . Le escribe al padre Germán: ¿Quiere decirme si su ángel puede jurar? El jueves por la noche vino su ángel. Me besó varias veces y, como me encontraba un poco mal y no podía moverme, él, pobrecito, me volvía ya de una parte, ya de otra. Yo se lo agradecía de corazón. El viernes, a eso de los once y media, volvió otra vez. ¡Qué contenta me pongo cuando lo veo!… Me decía: “Te juro con verdad que todo cuanto en ti sucede ni es ilusión ni cosa que se le parezca, sino obra enteramente de Dios”. Y lo repitió dos veces y me mandó que rezase todos los días tres avemarías. Añadió después:

 

 

Quieres mucho a la madre de Jesús? Saludadla a menudo (no dijo salúdala, sino saludadla), pues lo agradece mucho. Siempre os devuelve el saludo y, si no siempre lo oís, es que lo hace para probar si, a pesar de todo, seguís siendo fiel. Me bendijo y se fue147 . Algo muy hermoso y espectacular es cómo su propio ángel le hacía de cartero para llevar las cartas al correo sin sellos (estampillas) o para llevarlos directamente a sus destinatarios.

 

Afirma su director, el padre Germán: Al ángel le daba encargos para el Señor, la Virgen o los santos y, en ocasiones, le confiaba cartas cerradas, suplicando que le trajese contestación, la cual en efecto llegaba y muy pronto. ¡Cuántas pruebas hice para asegurarme de que hechos de tal naturaleza obedecían a causas sobrenaturales! Ni una sola falló. Tuve que convencerme de que el cielo, por decirlo así, quería jugar con esta alma tan sencilla como amada. Si mandaba a su ángel con algún encargo para personas de este mundo, como lo hacía con frecuencia, le causaba extrañeza que no se le contestase.

 

 

Algunas cartas enviadas por medio del ángel, las recibía el padre Germán por el correo ordinario. Era lo normal. En una ocasión, en carta a la señora Cecilia le dice él que recibió las dos cartas enviadas por medio del ángel. El padre Germán se lo contó confidencialmente a Monseñor José Gueri, regente de la Dataría apostólica, quien en 1930 lo consignó por carta al postulador de la Causa de beatificación con estas palabras: Cumplo con el encargo de escribirle cuanto me contó el llorado padre Germán sobre el modo verdaderamente extraordinario como en cierta ocasión recibió una carta enviada por Gema desde Luca.

 

Una mañana, en que se extrañaba del largo tiempo transcurrido sin tener noticias de Gema, sintió que un pájaro revoloteaba rozando con sus alas los cristales de la ventana. Al principio, no le dio importancia, pero como el pájaro perseveraba en la misma actitud, se acercó a la ventana, observando con sorpresa que traía una carta en el pico y que, en vez de asustarse, daba signos de querer entrar en la celda. Abrió el padre la ventana, entró el pájaro y, después de dejar caer la carta sobre la mesa, se alejó volando. La carta era de Gema y, como en ella suplicaba que le contestase pronto, lo hizo inmediatamente, colocando la carta en la parte exterior de la ventana. Cerró esta y, al instante, vio acercarse al pájaro que, tomando la carta en elen el pico, emprendía el vuelo, desapareciendo al punto de la vista. Al poco tiempo, Gema recibía la respuesta. Este hecho me lo refirió el padre Germán en la misma habitación en que había sucedido, añadiendo numerosos pormenores1

 

 

¿Quieres mucho a la madre de Jesús? Saludadla a menudo (no dijo salúdala, sino saludadla), pues lo agradece mucho. Siempre os devuelve el saludo y, si no siempre lo oís, es que lo hace para probar si, a pesar de todo, seguís siendo fiel. Me bendijo y se fue147 . Algo muy hermoso y espectacular es cómo su propio ángel le hacía de cartero para llevar las cartas al correo sin sellos (estampillas) o para llevarlos directamente a sus destinatarios. Afirma su director, el padre Germán: Al ángel le daba encargos para el Señor, la Virgen o los santos y, en ocasiones, le confiaba cartas cerradas, suplicando que le trajese contestación, la cual en efecto llegaba y muy pronto.

 

 

¡Cuántas pruebas hice para asegurarme de que hechos de tal naturaleza obedecían a causas sobrenaturales! Ni una sola falló. Tuve que convencerme de que el cielo, por decirlo así, quería jugar con esta alma tan sencilla como amada. Si mandaba a su ángel con algún encargo para personas de este mundo, como lo hacía con frecuencia, le causaba extrañeza que no se le contestase148 . Algunas cartas enviadas por medio del ángel, las recibía el padre Germán por el correo ordinario. Era lo normal. En una ocasión, en carta a la señora Cecilia le dice él que recibió las dos cartas enviadas por medio del ángel.

 

El padre Germán se lo contó confidencialmente a Monseñor José Gueri, regente de la Dataría apostólica, quien en 1930 lo consignó por carta al postulador de la Causa de beatificación con estas palabras: Cumplo con el encargo de escribirle cuanto me contó el llorado padre Germán sobre el modo verdaderamente extraordinario como en cierta ocasión recibió una carta enviada por Gema desde Luca. Una mañana, en que se extrañaba del largo tiempo transcurrido sin tener noticias de Gema, sintió que un pájaro revoloteaba rozando con sus alas los cristales de la ventana.

 

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