Flora Cantábrica

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Beata Alejandrina María da Costa

En las memorias de Alejandrina existe una descripción que nos hace de una visión sensible, una preparación para su crucifixión mística:

“Una noche se me aparece Jesús, en tamaño natural, desnudo, apenas con una faja en su cintura y en sus divinas manos, pies y en un costado estaban abiertas profundas llagas; la sangre escurría hasta la cintura y atravesando la faja caía hasta el piso. Jesús se sentó, quedando con las piernas colgando fuera del lecho, besé con mucho amor las llagas de las manos y ansiaba besar las llagas de sus pies. Como estaba acostada, no llegaba hasta ellos, pero no le dije nada a Jesús, pero Él, que conoce mis deseos, tomó un pie, lo levantó y me lo dio a besar; después el otro pie y después los dejó caer para la misma posición. Después contemplé la llaga del costado y toda la sangre que corría de ella, muy compadecida, me arrojé en los brazos de Jesús y le dije: Jesús mío ¡Cuánto sufriste por mi amor! Quedé un momento recostada en el pecho de Jesús y después desapareció Nuestro Señor.

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En la mañana del día 2 de octubre de 1938, me dice Nuestro Señor que pasaría por Su santa Pasión, del Huerto hasta el Calvario, solamente no llegaría al “Consummatum est”. Sería la primera vez ese día 3 y después, pasaría la Pasión todos los viernes, desde medio día hasta las tres horas, pero esta primera vez, Él se quedaría hasta las seis horas a desahogarse conmigo con sus quejas.

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La Crucifixión

“Después de mediodía (3 de octubre de 1938), vino Nuestro Señor a invitarme así: “Hija mía, el Huerto está pronto y el Gólgota también. ¿Aceptas?” Sentí que Nuestro Señor me acompañó por algún tiempo en el camino del Calvario, después me sentí sola, viéndolo a Él allá en lo alto, en tamaño natural, clavado en la cruz; recorrí todo el camino del Calvario sin perderlo de vista: era junto a Él hasta donde yo tenía que llegar